Metamorfosis

miércoles, 7 de marzo de 2007


"Buenos días, radioyentes. En esta fresca y dominical mañana del cuatro de marzo acaba de llegar a nuestra redacción una noticia heladora. Anoche, en el pueblo de Peñascones del Riorranas, mientras muchos contemplábamos el eclipse de luna, un hombre de cincuenta años arrojó una cazuela de agua hirviendo al rostro de su mujer, en presencia del hijo y de la hija que nada pudieron hacer por evitarlo."

-¿Has oído, tinterillo?
-Sí, es tremendo, pero... ¿no son ahora las diez de la noche del sábado tres de marzo?
-Pues, es verdad, eso es lo que marca el reloj de la mesa de Edu.
-Entonces, ¿de dónde habrá partido la noticia?
-¿Quién sabe? Ten en cuenta que nuestros oídos son ultrasensibles.
-En ese caso quiere decirse que nos están avisando sobre algo que aún no ha ocurrido para que actuemos con celérrima celeridad.
-¿Eclipse en la luna? ¿Maltratadores en la Tierra? ¡Ay, cómo siento despertarse en mis entrañas la antigua vocación de caballero andante! ¡Sal de ahí rápido, tinterillo, como Dios te dé a entender, y vámonos echando leches a Peñascones de Riorranas a batirnos con ese monstruo de siete cuernos!
-Permítame su merced que piense un segundo... Como se trata de desfacer un entuerto futurible, que pudiera quedar en un pudo haber sido y no fue, creo que lo mejor es que viajemos volando en el caballo Rayodeluna del Caballero de los Espejos. Yo, naturalmente, seré el referido caballero.
-Has elegido muy cuerdamente, pues es gran amigo mío, además de muy esforzado y con recursos para cualquier eventualidad.
-Sí, igual que Mc Giver. Pues, nada, ¡allá voy!
¡Qué maravilla de caballo, plateado y etéreo! Menos mal que Rocinante está de siete sueños, pues ya sabes lo pelusón que es. Y tú, tinterillo, nunca te ví tan elegante y fardón con semejante sombrero a lo Alatriste y esa capa alicatada con espejos a dos bandas.
-Vale ya de lisonjas, don Alonso, monte en las ancas de Rayodeluna y agárrese donde pueda, que Peñascones de Riorranas está a cincuenta leguas de aquí, y me temo que este caballo es tan rápido que puede llegar a morderse la cola dando vueltas al mundo.

Salimos disparados por la ventana y avanzamos sin dejar de mirar a la luna gitana que, por cierto, aún tenía enterito el pandero, de manera que su luz amarilla daba energía al caballo a través de los espejos. A pesar de la increíble velocidad, tuvimos tiempo para parlotear un poco antes de llegar a Peñascones.
-Oye, tinterillo, ¿tú crees que una persona malvada puede ser al mismo tiempo atractiva?
-¡Hombre!, yo he oído decir que hay setas muy hermosas que, no obstante, son venenosas; pero creo que la persona mala, aunque su apariencia sea agradable, su espíritu debe ser espantoso.
-Si pudiera verse el espíritu de cada uno...
-Por supuesto que se puede ver.
-¿Y cómo?
-Precisamente con los espejos de esta capa.
-¡No me digas!

Cuando llegamos a Peñascones de Riorranas, la luna estaba oscurecida casi por completo, por lo que Rayodeluna perdió energía y se dejó caer en el parque municipal como sobre un colchón de plumas. Sin ningún titubeo llegamos al jardín de la casa del maltratador. Nos asomamos por la ventana que da al salón y vimos al hijo y a la hija, con semblante triste y preocupado, dialogando en voz baja:
-Papá -decía la chica- cada día trata peor a mamá. La desprecia, le riñe, todo lo que hace y dice le parece mal... Después de la bronca de esta tarde, aún no ha vuelto, y son ya las once y media. ¿Donde andará? ¿Qué estará haciendo?
-Seguro que tomando copas por esos bares... ¡Qué pena!

Luego nos asomamos desde otra ventana al interior de la cocina. Allí estaba la mujerita, llorando mientras llenaba de agua una cazuela para prepararse una infusión.
Nos retiramos de la casa. Una corona violácea cubría la luna. Llegamos hasta el puente árabe. El agua del río escarpado se estrellaba contra las piedras, produciendo voces y ecos indescifrables. La negra silueta de un hombre, sentado sobre el ancho pretil del puente, se recortaba contra el cielo, mientras reía y canturreaba borracho.
-No sé qué es peorrr... si tirarrrme al río... o volverrrr a la jaula de los loooros...
-¡Deténgase, caballero, que el puente es asaz encumbrado y las rocas del río más duras que su cabeza! -clamó imperativo don Quijote.
El hombre volvió la cabeza y quedó perplejo viendo nuestras fantasmales figuras.
-¿De qué cirrrco os habéis escapaaado, payaaasos?
-¡Ojo con lo que dices, malandrín, -le espetó don Quijote- que nosotros somos defensores de los débiles, látigo de mequetrefes y montaraces, y venimos del rincón de la cordura para encaminarte hacia ella, espabilando el candil de tu mente y alguna posible ascuilla de humanidad que aún quede enterrada entre las cenizas de tu corazón, mostrándote algo que debes conocer.
-¿Y qué es?
-Mira -dijo don Quijote señalando el primer espejo de la banda superior de mi capa.

Yo me había colocado de espaldas a ellos, con los brazos en cruz, sujetando la capa por los bordes. En ese momento, la luna se encendió con luz lechosa, iluminando el rostro del hombre. Él se vio reflejado en el espejo. Era un rostro joven, alegre y amable.
-Ese soy yo, cuando me casé -dijo entusiasmado el malhechor.
-Ciertamente -añadió don Quijote- ¿y qué ves en el espejo de abajo, en la otra banda?
-Un gracioso pajarillo. Un ruiseñor quizás. Es bonito y feliz.
-Esa era la imagen de tu espíritu en aquella época. Mira ahora el segundo espejo de arriba. ¿Qué ves?
-Me veo tal como era, siendo pequeños mis hijos. ¡Qué buenos recuerdos tengo de entonces!
-¿Y en el espejo que está debajo?
-Se ve una paloma azulada. También es bella.
-Ahora pasa a los siguientes espejos...
-En el tercero me veo cabreado. Llegué a insultar a mi mujer: no soportaba que me contradijera; además dejó de agradarme. En el cuarto espejo estoy furioso: durante una discusión le di una bofetada.
-Pues mira qué imágenes de tu espíritu alcanzaste: la de un cuervo siniestro y la de una sucia rata. Contempla, finalmente, el último espejo de arriba.
-¡No puede ser! Me veo enloquecido, arrojando agua hirviendo en la cara a mi mujer. ¡Eso no es verdad, eso no lo he hecho yo!
-Calla y mira en qué se ha transformado tu espíritu.
-Es un monstruo. Tiene cuerpo de asqueroso gusano con pinzas y cola de alacrán.
-Ése vas a ser tú dentro de breves momentos, cuando llegues a tu casa.
-¡No, antes me arrojo al río!
-No lo hagas. Tu mujer y tus hijos te siguen queriendo a pesar de todo. Lo del último espejo aún no ha sucedido. Todavía puedes volver a ser un jilguero amable y feliz. No es imposible ni tan difícil. Arroja al río la intolerancia, el egoísmo y el rencor que llenan tu corazón. Pon en él comprensión, generosidad y amor...

El hombre se inclinó ante don Quijote y le estrechó la mano. Luego marchó camino de casa con rostro arrepentido, iluminado por una radiante luna de plata.

1 comentarios:

Durrell dijo...

Ojalá hubiese una capa de Don Quijote colgada en el perchero de la entrada de todas las casas de este mundo. Ojalá.