TOBY, el chiquitín de la familia.

viernes, 3 de noviembre de 2017











   ¡Qué maravilla la vida, Toby! ¡Cuántas veces te lo he dicho!...     

    
   Parece que fue ayer cuando, a finales de mayo del 2001, dando un paseo por el pueblo, con nuestra pequeña hija, nos encontramos con un matrimonio que, también, paseaba con un perrito bebé, negrito, vivaracho y gracioso. Al pasar junto a ellos, nuestra hija no pudo evitar acercarse, sonriente, a acariciarlo.

   -¡Hola, bonita! ¿Te gusta el perrito? -le preguntó la señora.
   -Sí, mucho. Es muy simpático.
  -Pues, si lo quieres y nos prometes que lo vas a querer mucho, te lo regalamos. Nació el uno de mayo. Es muy inquieto, pero muy cariñoso.
   Gema lo tomó en sus brazos, lo besó y, tras agradecer el regalo al matrimonio, nos pidió, radiante de alegría, que aceleráramos el paso  hacia casa, para enseñar a Sara y Edu, sus hermanos, el nuevo y más pequeñín miembro  de la familia.

   Siempre sentí gran cariño y respeto a los animales. Tánto, que he llegado a la convicción de que todos los animales, a los que los humanos catalogamos como inferiores, son, en esencia, como nosotros. Ellos, también, son espíritus, aunque dotados de un instrumento corpóreo con prestaciones diferentes a las nuestras. Creemos, gratuitamente, que nuestras facultades son superiores, pero no todas lo son, ya que está comprobado que los animales poseen otras en las que  nos superan en precisión, rapidez y eficacia.

  No obstante, reconozco haber crecido con un temor y concepto equivocado hacia los animales, particularmente hacia los perros. Actitud motivada, principalmente, por las desagradables experiencias que, siendo niño, padecí, en mi diario ir y venir de casa al colegio y del colegio a casa, al ser acosado por perros, muchos de ellos, agresivos, mal educados e incontrolados por sus dueños. Era un pánico insuperable y paralizador el  que me asaltaba cuando algún perro se me acercaba suelto y ladrando... Hasta que, ya casado y con tres hijos, llegué a descubrir y valorar, en su justa medida, la rica y acendrada "personalidad" de Toby. Sí, he dicho personalidad. Cuanto más reflexiono sobre cómo se comportaba y manifestaba sus sentimientos, más me reafirmo en mi convencimiento de que él es un ser que nos supera en valores, tales como el amor, la fidelidad incondicional, la demostración desinteresada de cariño, el escrupuloso sentido de la justicia,  el respeto a los derechos y propiedades de  los demás,  la obediencia a sus amos o, más justamente, a su querida familia... Y tantos otros.
   Toby, desde el primer día que vivió con nosotros, ha sido un miembro más, y muy querido, de nuestra familia. Sí, como un nuevo hijo y hermanito. Él bien lo sabe y lo ha vivido en nuestra casa. Han sido muchos momentos felices los que él ha disfrutado con nosotros, y nosotros con él, en nuestros paseos y estancia en Yunquera de Henares, Béjar, Madrid, Navalcarnero...

   En el 2008, Toby sufrió aquel desgraciado percance, infrigido por un malvado y enorme perro, y ocasionado por una imprudencia de sus dueños. Además, el animalito, tuvo la mala suerte de que, a pesar de que fue operado por un prestigioso cirujano veterinario, quedó inválido de sus patitas traseras. Una irreparable desgracia para Toby y para todos nosotros. Tanto nos afectó que sentí necesidad de desahogarme,  dedicándole el relato, publicado en este blog en septiembre del 2008, titulado "Dos sueños y un despertar".

   Edu tuvo la genial idea, que supo convertir en feliz realidad, de dotar a Toby de un carrito, cuyas dos ruedas  sustituyeron, maravillosamente bien, a sus maltrechas patitas traseras. De manera que, gracias a él, Toby ha disfrutado, durante nueve años, de largos paseos y ligeras correrías, como cualquier otro perrito sin tal discapacidad. En aquella explanada de Yunquera, próxima a las vías del tren, Toby corría como una exhalación, cuando veía acercarse la locomotora, tratando de ganarle en la carrera.

   Cuánto le ha querido toda la familia, y cuánto él nos ha querido a todos, a mi también, a pesar de que, como yo era más torpe en lo de lavarlo y cambiarle el pañal, mutuamente nos cabreábamos, aunque, enseguida, hacíamos las paces. Él siempre salía ganando, pues yo procuraba satisfacer sus gustos, sobre comidas, limpieza, paseos, etc.
   Gracias a Toby, he descubierto la maravillosa realidad del mundo animal. Tras esa experiencia y enseñanza, excepcionales, mi concepción personal del universo se ha agrandado y enriquecido de forma sorprendente. Sí, creo que he llegado a comprender y valorar cuántos beneficios de todo tipo nos han aportado los animales, sirviéndonos,  no sólo de alimento, sino también de transporte y de ayuda en el trabajo, así como de recreo y de compañía, en la salud y en la enfermedad, brindándonos su amistad generosa y su desinteresada entrega. Y contribuyendo, además, aunque sea indirectamente,  a la sostenibilidad bio-ambiental del planeta, desde hace miles de años.
   Nosotros, en cambio, qué mal se lo hemos agradecido, a lo largo de la historia de la humanidad. Cuánto han sufrido y continúan padeciendo los pobres animalitos, a causa del maltrato habitual de los humanos hacia ellos, por razones injustificables o discutibles.
    Toby me ha convencido de que él y todos los animales son iguales, e incluso mejores, en muchos aspectos, que los seres humanos. Ellos, insisto, son espíritus lo mismo que nosotros, creados por Dios, o por la causa primera, personal e inteligente de todo lo que existe (para quien prefiera esa denominación); aunque, repito, dotados de un instrumento corpóreo con facultades distintas a las nuestras. Pienso que esa mente, diseñadora y autora del sistema creativo de la realidad existente,  lo que ha pretendido ha sido el  proporcionar a los innumerables espíritus, creados por ella, nuevas e interesantes experiencias, en este mundo terrestre y en otros que nos son desconocidos. 

   Tengo la seguridad de que Toby, con nosotros, ha sido muy feliz, desde mayo del 2001 hasta el 6 de septiembre del 2017, fecha en que, tras una dura y penosa senectud, por sus muchas carencias  y discapacidades (tales como cataratas, dificultad para desplazarse por la invalidez de sus patitas traseras,  múltiples dolores, etc.), nos sentimos obligados a poner punto final a sus padecimientos, con la piadosa eutanasia, que le fue aplicada en la clínica veterinaria de El Pinar, en Navalcarnero. Estamos seguros de que Toby, nacido en Yunquera de Henares, partió derechito, ¿qué duda cabe?, a su cielo alcarreño, tras una vida  realmente ejemplar.
   Por eso, querido Toby, mantenemos la jubilosa y firme esperanza de que un día, no sé dónde, ni cuándo, nos reencontraremos y charlaremos larga y felizmente.

   Desde Navalcarnero, te ofrecemos este sencillo homenaje en agradecimiento y memoria de tu impagable compañía. En el día de Todos los Santos del 2017.
   Muchos besitos de ésta tu familia.
   Dunscotiano.


                                                           

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