Divino tesoro

martes, 20 de febrero de 2007


Clic, clic, clic.
-Ya está mi compañero don Quijote repiqueteando (por no decir jodiendo) con la lancita en el zócalo del tintero... ¿Qué le pasa, don Alonso?
-Escucha, tinterillo, otra vez nos han dejado solos. Son las cuatro de la tarde y Toby duerme en el salón, junto al radiador. Y ¿sabes una cosa? me he acercado a la ventana al oir voces y risas de muchachos. He mirado entre las cortinas y he visto un grupo vestido de verde, con aspecto de saltamontes.
-¿Saltamontes? ¡Ah, claro! Es que estamos en carnaval, y la gente se disfraza para divertirse. Esta tarde tengo entendido que desfilarán por el pueblo.
-¡Ya! Ahora comprendo por qué la jovencita, que vive en el portal de al lado, salía con una gran bolsa, acompañada de una amiga. Seguro que irán a disfrazarse. Por cierto, esa chica, qué guapa es, pero tiene un aire triste e inseguro...
-Sí, pobrecita. Se llama Marién.
-¿Qué te parece, tinterillo, si nos acercamos a la fiesta?
-¿Disfrazados?
-Bueno, ya lo estamos, pero si quieres que cambiemos...
-Por supuesto. Yo quiero ir de futbolista famoso.
-¿De Beckham o de Ronaldiño?
-No, de alguien más castizo.
-Pues hazlo a tu gusto. En adelante, cambia de fisonomía cuándo y cómo quieras. Sólo tienes que pronunciar esta palabra: "EGOVOLOATRAMENTARIOMOTUPROPRIOEXIRESICUTI" y, a continuación, el nombre de como quieras aparecer.
-¡Gracias, don Alonso, me hace su merced un gran favor!

Y, habiendo pronunciado la palabreja -que había procurado grabar en mi memoria- seguida del nombre de mi futbolista preferido, salí fuera del tintero con el atlético cuerpazo de Iker Casillas, vestido con flamante equipo, guantes, rodilleras y un balón de reglamento bajo el brazo.
-¡Madre de Dios, si mi señora Dulcinea te viera!

Con tanto alboroto, Toby acudíó y, viéndome de esa guisa, se puso a saltar y ladrar como un alucinado. Le eché el balón y se tranquilizó un poco.
- Bien. Yo ya estoy. Ahora le toca a su merced.
-A mi merced y a la de Toby. ¡A la una, a las dos y a las tres!
Don Quijote dio una palmada, quedando su cara y cabello transformados en un sol radiante, aunque conservando los mismos ojos, nariz y boca. Un haz de dorados rayos cubría su cuerpo. Toby también fue retocado con una estrecha cresta naranja desde la cabeza al rabo y dos aros en las orejas, estilo punkie. Y, así ataviados, salimos a la calle.

-¿No es ésta la calle Mayor? -preguntó don Quijote.
-Sí.
-¿Y por qué pone en la placa calle de las Preposiciones?
-Es que el señor alcalde es muy culto, y ha cambiado el nombre de las calles. Ahora tienen nombre de accidentes y términos gramaticales.
-¿Y eso para siempre?
-No, sólo durante el carnaval.

Llegamos a la plaza de la Concordancia, y nos sentamos en un banco a esperar a la comparsa que, a juzgar por los cohetes y sones del pasacalles "Paquito el chocolatero", cada vez más fuertes, debería estar ya muy cercana.
Los primeros en aparecer fueron un pregonero y una pareja de municipales uniformados con hábitos de la Santa Hermandad. El pregonero, encaramado en un tobogán del parque, anunciaba con un altavoz a los grupos de disfraces que iban entrando en la plaza. Para ver mejor, nos pusimos de pie en el banco. Toby tenía los ojos salidos como dos aceitunas negras. El pregonero anunció el grupo de Las amapolas, lindas muchachitas con grandes pétalos rojos que espantaban a tortazos a los ruidosos Saltamontes. A continuación un grupo de chicas, disfrazadas de duchas con alcachofas en la cabeza, arrojaban chorritos de agua sobre ocho mozos prácticamente desnudos, que se tapaban sus partes con las manos, representando el refrán Más vale pájaro en mano. Luego entró el grupo Arco iris, el de Marién y sus seis amigas, luciendo, cada una, diadema y ajustado vestido, coloreado con uno de los siete colores. Junto a ellas había seis mocetones, revestidos de algodón en forma de panzudos nimbos, etiquetados como Nubes de febrerillo el loco. También había un nutrido grupo de chicarrones disfrazados de cupones de la ONCE, con gafas oscuras, que no nos quitaban ojo. Y varios grupos más, aparte de muchos que iban a su aire: uno disfrazado de bocadillo de sardinas, otro de cajero automático que no paraba de soltar billetes de cien euros pintados a bolígrafo, etc.
Comenzó a sonar la música discotequera y todos se pusieron a bailar en la espaciosa pista central. Se me cayó el balón, y rápido los de la ONCE lo cogieron e improvisaron un partido de fútbol al final de la plaza. Me pusieron de portero. Toby perseguía el balón como una centella. Don Quijote, estirado y ardiendo encima del banco, mantenía la mirada sobre Marién, que estaba sin pareja con semblante triste y tenso. Don Quijote saltó del banco y avanzó entre las risas y reverencias de los danzantes. Llegó hasta la palmera, bajo la que se hallaba Marién, se inclinó ante ella y le alargó la mano invitándola a bailar. La cara de Marién se iluminó con una sonrisa. Mientras bailaban, don Quijote le preguntó por qué estaba triste. (Yo captaba su conversación mediante los oídos que tengo incorporados en las rodillas de don Quijote). Marién le confesó, entre sollozos, que se sentía acomplejada porque se veía con muchos defectos, poco agraciada y sin talento. Don Quijote la acercó a su hombro para que se desahogara, mientras le hacía ver lo injusta que era consigo misma pues, si se examinara serenamente, descubriría cualidades con las que triunfar en la vida, esforzándose un poco.

Finalmente Toby y yo, machacados por los de la ONCE, nos reunimos con don Quijote que ya se había despedido de Marién. Abandonamos la fiesta. Don Quijote caminaba silencioso. Lo miré de reojo. Una lágrima brillaba en su mejilla.
-¡Juventud, divino tesoro! -dije con un cursi suspiro.
-¡Qué tontería! -exclamó don Quijote- ¡Pues no que estoy llorando sin querer!

2 comentarios:

Durrell dijo...

¡Ay, Tinterillo! Don Quijote...siempre será un sentimental.
:)

Anónimo dijo...

Aparte de eso, don Quijote es un inquieto que no para de tocar cuanto ve a su alrededor... Dio a una tecla del ordenador de Edu y menudo cabreo cogió Dunsco porque le sacó fuera el pan a medio cocer. Gracias por tu comentario, Durr.
Tinterillo.